LOS NUEVOS ESPACIOS DE LA FUNDACIÓN CARTIER

ARQUITECTURA DE LA ELASTICIDAD Y LA MEMORIA EN EL CORAZÓN DE PARÍS

ARQUITECTURA

Revista de Arte

11/3/20253 min read

Cuando la Fundación Cartier decidió instalarse en el número 2 de la Place du Palais-Royal, dio un paso que trasciende la simple expansión institucional. La reapertura de este edificio histórico, en octubre de 2025, marcó un giro simbólico y estructural: ocupar un enclave cargado de historia frente al Louvre, entre jardines reales, pasajes neoclásicos y travesías culturales seculares, para reimaginar el rol del museo en el siglo XXI.

La transformación fue confiada nuevamente a Jean Nouvel, quien treinta años atrás había concebido para la fundación un ícono de transparencia y ligereza en el boulevard Raspail. Aquí, la operación es distinta: el arquitecto no parte de un terreno libre, sino de un inmueble haussmanniano de 1855 que retiene el pulso imperial de la ciudad. Lejos de restaurar nostálgicamente su grandeza, Nouvel elige una estrategia dialéctica: preservar la estructura histórica mientras la atraviesa con una energía contemporánea, técnica y abierta.

El proyecto despliega 6 500 m² de espacios maleables, donde la flexibilidad no es sólo un recurso funcional, sino un concepto museológico. Las salas algunas con alturas de hasta once metros pueden reconfigurarse gracias a plataformas móviles, muros desplazables y sistemas de iluminación y soporte que permiten variaciones extremas. La experiencia espacial recuerda a un teatro, donde cada montaje reescribe la arquitectura.

El uso de materiales brutos hormigón expuesto, acero reciclado, superficies libres de ornamento establece un contraste deliberado con los marcos clásicos del edificio. Es una estética que asume la temporalidad: lo histórico y lo contemporáneo conviven sin jerarquías. La arquitectura no busca borrar la memoria, sino espesarla. Cada capa habla, cada textura es un tiempo.

Ventanas de gran formato y claraboyas canalizan la luz natural, generando una atmósfera cambiante. La luminosidad nunca neutral en la obra de Nouvel funciona como materia arquitectónica: moldea, recorta, revela. En este museo, la luz actúa como un curador silencioso.

Si el edificio histórico imponía límites, el nuevo proyecto los deshace: la planta baja se abre hacia la calle mediante ventanales practicables, invitando a los transeúntes a entrar o, al menos, a mirar. La institución deja de ser recinto para convertirse en plaza, corredor, superficie porosa. El museo deja de protegerse del mundo exterior para convivir con él.

Esta apertura plantea una reflexión sobre la función pública del arte. En tiempos de repliegues, polarización y urgencias ecológicas y sociales, el museo emerge aquí como espacio de transparencia, comunicación y hospitalidad. No es casual que la sede incluya un auditorio, librería y restaurante, pensando no sólo en el visitante ocasional, sino en la comunidad ampliada que circula, conversa, habita y regresa.

La exposición inaugural, Exposition Générale, funciona como manifiesto. Al reunir obras clave de la colección de la Fundación Cartier, el proyecto resalta su identidad híbrida: un espacio donde conviven arte contemporáneo, pensamiento científico, culturas originarias, antropología visual, fotografía, música y ecología.

No se trata de un museo para una sola disciplina, sino de una plataforma transfronteriza donde el arte opera como catalizador crítico. El recorrido se concibe como constelación, no como narrativa lineal: múltiples voces coexisten, cuestionan y expanden.

La llegada de esta sede coincide con una transformación más amplia del paisaje cultural parisino. Entre renovaciones museográficas, nuevos espacios independientes y discursos que interrogan el pasado colonial, la ciudad se encuentra en un momento de redefinición. La Fundación Cartier entra en esta conversación con una apuesta clara: la memoria arquitectónica no debe ser un freno para el futuro, sino el punto de apoyo para un salto.

Este edificio reabre no como monumento estático, sino como laboratorio estético y social: una máquina flexible para pensar, sentir y experimentar con el mundo. Un espacio donde la arquitectura se acelera se retrae, flota y se afianza, guiada por esa convicción profunda que ha definido el trabajo de Jean Nouvel: la forma no es un fin en sí misma, sino un acto cultural.

En el centro de París, entre piedra imperial y vibración contemporánea, la Fundación Cartier plantea una pregunta esencial: ¿Qué puede ser un museo hoy? Y responde con una certeza luminosa: puede ser un lugar para reinventarlo todo.