HÁPTICA
ELEANNA ANAGNOS | VALENTINA ATTOLINI | LISSETTE JIMÉNEZ | CARMEN MORA
PLÁSTICA
Carmen Cebreros Urzaiz
8/5/20253 min read


A tientas, es decir, palpando y modificando a partir de roces o de enérgicas formas de contacto, así dan origen y rumbo a sus obras las cuatro artistas reunidas en esta exposición. Desmenuzar fibras, moldear una pulpa o una masa, presionar para esparcir pigmentos pulverizados, untar emulsiones pictóricas, incrustar una fotografía en un soporte tridimensional o corrugar con fineza para contener un espacio, no son sólo procedimientos plásticos. Se trata de ejercicios de sintonización entre cuerpos sintientes, ambientes, lugares y experiencias transicionales.
A los trabajos aquí mostrados les anteceden expediciones por la montaña, viajes hacia geografías vistas por primera vez, o cambios de residencia —como hábito o como circunstancia—, condiciones que propician un deseo de capturar y transferir una consciencia avivada del presente. Las obras integran una sensorialidad que parte de lo dérmico y logra vincularse con lo geológico, pues simultáneamente nos hacen evocar la mineralidad, los sedimentos y las formaciones tectónicas de la tierra. Dichas relaciones hápticas nos contagian un repertorio de sensaciones que subvierten la visión y la textualidad. Estas artistas nos devuelven otra experiencia hecha cuerpo. Acercarnos a su trabajo afina nuestra percepción sobre nuestros propios poros, pliegues, arrugas, capilaridad y exudación.
La investigación sobre la elaboración del papel amate mexicano, junto con un cambio de residencia a la Ciudad de México da origen a la serie Dialect, de Eleanna Anagnos (Evanston, Illinois, 1980). Su práctica de respiración/meditación, mantenida por dos décadas, se ha convertido en un método para absorber las sensaciones cotidianas de todo orden—colores, aromas, sonidos, temperaturas— y trasladarlas hacia su trabajo. Anagnos reúne una biblioteca de elementos encontrados, adquiridos o fabricados que encuentran su lugar sobre densos tableros hechos de pulpa de papel pigmentada. La composición de estas gemas e incrustaciones se disfraza de posibilidades y nos obliga a especular sobre su procedencia, porosidad, dureza y peso; estas sustancias enigmáticas nos hacen ansiar nuestra propia capacidad táctil, ante tales desafíos a la mirada.
Valentina Attolini (Ciudad de México, 1998) contribuye con un grupo de dibujos matéricos, una pintura que explota la gestualidad, además de dos monotipias, en las que la acción expansiva sobre los soportes —característica de Attolini— se somete a la densidad del medio (ni pintura ni gráfica, o más bien ambas). La artista despliega tácticas al valerse precisamente de las yemas de sus dedos. Los párpados al revés son rosas y Sonámbulo III (ambas de 2024) son obras catalizadas, durante una residencia artística, por la poesía del chileno Raúl Zurita, la contemplación de los cambios en un jardín, y una especial atención hacia los estados oníricos convocados por estos estímulos. Mareas, cavidades, órganos vitales, fluidos corporales, trepidaciones: sus obras asemejan un caudal que posee una fuerza continua.
Realizar caminatas por los cerros oaxaqueños, en donde la hierba crece sobre objetos abandonados, instigan la labor creadora de Lissette Jiménez (Matías Romero, Oaxaca, 1987). Su trabajo es un acto de discernimiento sobre y desde el paisaje. En una lámina maleada por la intemperie, Jiménez posa el registro del sitio sobre el que esta hoja fue encontrada, para después retornar esta intervención al mismo lugar. El objeto convertido en efigie que sigue actuando como objeto, se debate entre existir como una huella o ser la memorialización de un lugar pretérito. La maleza se marchita, pero su retrato nos hace creer lo contrario. Finísimas acciones escultóricas in situ, borradas por la fotografía y viceversa, imágenes obliteradas mediante una intervención escultórica, recurren en la práctica de esta artista—como si las imágenes añoraran cobrar una densidad estratigráfica y sedimentaria.
Carmen Mora (Madrid, 1985) intenta conmensurar algunas fuerzas naturales a través de gestos escultóricos. La artista desarrolla su serie Ínsula —de la que se exhiben aquí tres piezas— a raíz de dos viajes, uno a la isla de Borneo y otro a los Alpes italianos, ambos sitios caracterizados por formaciones rocosas y montañosas excepcionales. Tales estructuras geológicas la han motivado a explorar materiales altamente reactivos, como las resinas pigmentadas, que se asientan en formaciones impredecibles y poco controlables. Su evocación a accidentes tectónicos, desde una escala y temporalidad humanas, convierte riscos, cuevas y grutas en entrañas de un cuerpo terrestre que siente y palpita: uno que resuena con el nuestro.
Háptica muestra la labor de cuatro creadoras que, desde lugares, medios y pesquisas distintas, convergen en su profunda sabiduría técnica y sensorial sobre la materialidad, dada por prácticas de contacto procurado, desbordada sólo por una curiosidad que moviliza su inquebrantable afán de experimentación.



