FRANK GEHRY

LA ARQUITECTURA COMO ESCULTURA HABITABLE INTRODUCCIÓN

ARQUITECTURA

Revista de Arte

8/21/20253 min read

Frank Gehry (Toronto, 1929) está considerado uno de los arquitectos más influyentes de nuestro tiempo. Su obra, caracterizada por la libertad formal, el uso experimental de materiales y la constante búsqueda de un diálogo con el entorno, ha transformado el horizonte de las ciudades y la experiencia del espacio construido. A través de su estilo personalísimo, Gehry ha roto con los cánones de la arquitectura moderna y posmoderna, acercándose más a la sensibilidad del arte contemporáneo y a la tradición escultórica que a la construcción convencional.

Desde sus primeras casas en California, Gehry mostró un interés particular por los materiales cotidianos y por la capacidad de la arquitectura de expresar movimiento. El cartón, el metal corrugado y el vidrio se convirtieron en lenguajes plásticos en sus manos. A diferencia de muchos arquitectos de su generación, no buscaba un orden geométrico clásico ni la rigidez del funcionalismo, sino la posibilidad de que el edificio se comportara como una obra viva, dinámica, incluso inestable a la vista, capaz de generar emoción en quien lo habita o lo contempla.

Su célebre Museo Guggenheim Bilbao (1997) es un ejemplo paradigmático: la estructura, revestida de titanio, refleja la luz cambiante del cielo vasco y parece una enorme escultura orgánica posada junto a la ría. La obra no solo revitalizó el urbanismo de la ciudad, sino que también marcó un hito cultural conocido como “el efecto Bilbao”: la capacidad de un museo icónico de transformar la identidad económica y social de toda una región.

El trabajo de Gehry se distingue por su colaboración estrecha con ingenieros y diseñadores digitales. Su estudio, Gehry Partners LLP, ha desarrollado herramientas pioneras en modelado tridimensional, lo que ha permitido convertir formas aparentemente imposibles en estructuras viables. El arquitecto ha señalado en diversas ocasiones que sus edificios nacen de dibujos gestuales, casi como bocetos de un escultor, que luego son traducidos en geometrías complejas gracias a tecnologías digitales avanzadas.

Ejemplos como la Sala de Conciertos Walt Disney en Los Ángeles o la Fundación Louis Vuitton en París muestran cómo su arquitectura no solo es un ejercicio plástico, sino también un prodigio de ingeniería que convierte el espacio en un espectáculo sensorial.

La crítica internacional ha reconocido el impacto de Gehry con los más prestigiosos premios del campo arquitectónico. En 1989 recibió el Premio Pritzker, considerado el “Nobel” de la arquitectura, y en 1992 el Praemium Imperiale de Japón, galardón que subraya la dimensión artística de su obra más allá de lo funcional. Su influencia se extiende a generaciones de arquitectos que han entendido la construcción como un territorio de experimentación estética, capaz de dialogar con disciplinas como la escultura, la pintura o la música.

Aunque sus formas puedan parecer caóticas, Gehry insiste en que sus proyectos surgen siempre de una lectura del entorno físico y cultural. El Guggenheim Bilbao dialoga con la ría y la historia industrial de la ciudad; el Walt Disney Concert Hall responde a la tradición musical de Los Ángeles; la Casa Danzante en Praga refleja el dinamismo de una ciudad que emergía del comunismo. Cada proyecto es una conversación entre el arquitecto, el lugar y sus habitantes.

Frank Gehry ha convertido la arquitectura en una forma de arte total, en la que convergen intuición, tecnología y sensibilidad urbana. Sus edificios no se limitan a albergar funciones: son hitos culturales, esculturas habitables que redefinen el paisaje y el modo en que experimentamos la ciudad. En un tiempo en que la arquitectura enfrenta los retos de la sostenibilidad y la globalización, la obra de Gehry nos recuerda que la creatividad radical y la conexión con el entorno pueden ser fuerzas transformadoras.

Más que un arquitecto, Gehry es un narrador visual que, desde Los Ángeles, continúa trazando relatos arquitectónicos para el mundo.