ENFERMA DE MÍ

UNA SÁTIRA MAL LOGRADA

CINE

Revista D Arte

6/10/20233 min read

Tras su paso por festivales como Los Cabos y la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, el segundo largometraje escrito, dirigido y editado por Borgli estrenó comercialmente el fin de semana pasado en algunas salas del área metropolitana de nuestro país.

Tras una muy prometedora premisa, el largometraje inicia como una incisiva comedia satírica sobre Signe (Kristine Kujath Thorp), una joven narcisista que no deja de competir con su tóxico novio escultor Thomas (Eirik Saether) para ver quién merece más atención de la gente que los rodea. Sin embargo, lo que se nos presenta en la primera secuencia y que parecía una divertida aunque algo obvia ridiculización del mal social de nuestros hiperconectados tiempos, acaba siendo una historia lenta, trillada, agotadora y muy poco original que ni los momentos de destellos de sus actores y su gran equipo técnico logra rescatar.

Una película que el director hizo “siguiendo sus instintos”. Una película que se pierde en el camino, con una historia muy básica de tres actos que no logra definir su propio estilo, pues es un intento de crítica social a modo de sátira con algunos toques de realismo mágico terriblemente representados, que hace pensar en la falta de claridad e inexperiencia del propio director a la hora de querer transmitir su mensaje. No es una sátira, ni hace una crítica y acaba siendo una especie de melodrama moderno por el simple hecho de incluir redes sociales. Una película llena de clichés que no logra conectar con el público porque tiene un argumento sumamente absurdo que no logra sostener la historia después de su presentación, y que se vuelve extremadamente repetitiva, lo que evidencia las grandes fallas de su guion.

Por lo que su discurso desmerece de valor y relevancia como un comentario interesante sobre las tendencias sociales contemporáneas. Lejos de hacerme reflexionar sobre las actitudes egoístas de nuestra época, solo me hizo pensar si el director había caído en su propia trampa y no hizo el ejercicio de reflexionar o mínimamente de investigar el tema para presentarnos personajes y situaciones verosímiles. Sabemos que la falta de investigación o una representación errónea de un contexto, personaje, época o escenario en cualquier película suele jugar en contra del resultado final en la pantalla. Pero, ¿es que Kristoffer Borgli no tiene a nadie que le advierta, que lo guíe, o simplemente decide ignorar las advertencias de su equipo de realización?

Porque, aunque cuenta con una gran actuación de Kristine Kujath Thorp, la joven que mantiene una relación incómoda con un artista conceptual insufriblemente engreído que crea esculturas a partir de muebles de oficina robados. A su manera malhumorada e insolente, Signe siente celos tóxicos del estatus y el prestigio de Thomas; está resentida por su propia posición subordinada en su grupo de amigos como su novia y por su humillante y humilde trabajo como camarera en una cafetería. Y es aquí, donde el director hace una extraña referencia de la incomparablemente superior “La peor persona del mundo”, de Joachim Trier. Película por cierto, que Borgli dice no haber visto, pero que casualmente es de la misma casa productora. “Me hace gracia porque esa similitud es una forma de ver la perspectiva y los temas que se tratan desde Oslo” afirma Borgli, que escribió su guión estando en Los Ángeles, por lo que considera que lo que observaba de la sociedad estadounidense “terminó influenciando tanto la historia, que para la sociedad noruega [Signe] les pareció un monstruo”.

Según las propias declaraciones del director a distintos medios internacionales, que podemos ver en redes sociales e incluso desde su propia cuenta de Instagram:

“La ficción es donde debemos experimentar con esos temas, explorar las partes más oscuras de nuestra psique. Así podemos liberar, de alguna forma, la presión que ejercen sobre nosotros esos pensamientos y mantenerlos alejados.

Soy de la opinión de que la industria del cine debería estar saneada de una forma que no sea un medio para educar cómo ser, sino más bien un espacio de cómo no ser”, argumenta con mucha convicción.

“En esta película estaba viendo las peores versiones de mí mismo. Excavé en mi mente y encontré narcisismo, manipulación, opor