DELCY MORELOS

EL ESPACIO VIENTRE UN DESCENSO SENSORIAL HACIA LA TIERRA COMO ORIGEN, MEMORIA Y PORVENIR

PLÁSTICA

Revista de Arte

11/24/20254 min read

En la Sala 9 del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), Delcy Morelos (Tierra Alta, Colombia, 1967) transforma el espacio arquitectónico en un organismo vivo. El espacio vientre, obra comisionada para este recinto, no es simplemente una instalación: es una experiencia de inmersión espiritual y material que invita a los visitantes a entrar literalmente en la tierra. Morelos, considerada una de las artistas colombianas más influyentes en la escena internacional, se define a sí misma como pintora. Sin embargo, su pintura se ha expandido en los últimos años hacia cuerpos volumétricos, paisajes densos y territorios construidos desde y con la tierra, en una subversión crítica tanto del land art como del minimalismo.

Los primeros trabajos de Morelos surgieron como un ejercicio pictórico íntimo: exploraciones del color de la piel, la violencia en Colombia y la memoria contenida en la tierra. Con el tiempo, estos gestos pictóricos se desbordaron fuera del plano para ocupar el espacio entero. Sus instalaciones de gran formato, hechas con materiales obtenidos de los lugares que visita, se articulan mediante una lectura sensible del territorio y del contexto en el que se exhiben.

A través de estas intervenciones, Morelos ha construido una estética radical en la que el olor del suelo húmedo, el crujido bajo los pies, la penumbra, la densidad del aire y la textura del polvo participan activamente. La experiencia es multisensorial: vista, oído, tacto y olfato convergen para producir un estado perceptivo que oscila entre lo ritual y lo trascendente. En estas obras no se “mira”: se habita.

En los últimos años, la artista ha profundizado en las relaciones simbólicas y espirituales con la tierra. En sus viajes por la Ciudad de México, Oaxaca y Chiapas realizados para el proyecto del MUAC Morelos se aproximó a mitologías, técnicas y cosmologías que conciben a la tierra como un ente femenino ligado a la fertilidad, el alimento y la protección.

La artista entiende a la tierra como una divinidad ambivalente: origen y sustento, pero también escenario de explotación, guerra y violencia. Sus obras buscan reparar esa fractura, generar asombro y recuperar una relación afectiva con la materia que nos sostiene. No se trata únicamente de mostrar tierra, sino de activar su vitalidad latente.

Para Morelos, las técnicas de cultivo, de transformación y de consumo no pueden separarse de lo mágico y lo comunitario. La manera en que nos relacionamos con la tierra hoy refleja, en buena medida, la erosión de una sensibilidad ancestral que integraba lo natural, lo espiritual y lo social en un solo continuo.

El espacio vientre se nutre de un extenso linaje de formas circulares presentes en diversas culturas prehispánicas: Caral en Perú, Ciudad Perdida en Colombia, los Baños de Nezahualcóyotl en el Estado de México, las tumbas de tiro del occidente mexicano. A esto se suman referencias al land art, al minimalismo, al arte povera y a la arquitectura moderna. Sin embargo, dos influencias son especialmente relevantes debido a su proximidad física y conceptual: la pirámide de Cuicuilco y el Espacio Escultórico de la UNAM.

El Espacio Escultórico, con su enorme círculo de 120 metros de diámetro formado por prismas triangulares, define una relación de contemplación horizontal entre la roca volcánica central y la reserva natural que lo rodea. Morelos retoma esta estructura, pero la subvierte: invierte la relación horizontal del paisaje para generar una tensión vertical, como si se descendiera hacia un vientre terrestre que protege, envuelve y reclama introspección.

En contraste con la monumental piedra volcánica del Xitle, que se percibe desde afuera, Morelos propone un interior, un vacío cargado de sentido. En lugar de un paisaje para la mirada, ofrece un útero simbólico para ser habitado.

La tierra utilizada para esta instalación proviene de campos de cultivo de maíz un gesto que ancla la obra a la cosmovisión mesoamericana y al alimento fundamental de esta región. El aroma que impregna la sala evoca cocinas, rituales agrícolas, la respiración de los suelos fértiles.

Al entrar, el visitante deja de ser espectador y se convierte en huésped. No se trata de ver algo desde afuera, sino de entrar en una intimidad material donde la tierra respira, acoge, resuena. Morelos no dirige la mirada hacia un objeto; dirige el cuerpo hacia un estado. El espacio vientre es un horizonte interno, una zona de silencio y de escucha profunda.

Comisionada por el MUAC y curada por Alejandra Labastida y Daniel Montero, esta pieza inaugura una línea de obras pensadas específicamente para la Sala 9 del museo. El proyecto no sólo amplía la escala de la producción reciente de Morelos, sino que propone un modelo de interacción con el público basado en la inmersión sensorial y la reflexión sobre la tierra como sostén, deidad y materia política.

En tiempos marcados por la devastación ecológica y la desconexión con los ciclos naturales, El espacio vientre actúa como un recordatorio poderoso: para entender el presente, quizá sea necesario regresar al interior de la tierra, a su aliento oscuro y maternal, y escuchar lo que aún tiene que decirnos.