“El color es un poder que influencia directamente al alma. El color es un teclado, los ojos son un martillo, el alma es una cadena. El artista es la mano que juega, tocando una tecla u otra, para causar vibraciones en el alma. “
Kandinsky.
De vez en cuando recuerdo algunas cosas de cuando era pequeño, las travesuras, las canciones del jardín de niños, el camión de carga que mi papá me hizo con madera, los poemas infantiles que mi madre me enseñaba, las peleas de almohadas con mi hermano, y en estas últimas semanas recuerdo un suéter de estambre de colores que me gustaba mucho, ya que sentía que al usarlo me convertía en una especie de mago y que podía hacer que las cosas volaran y bailaran, al usar ese suéter, todo el tiempo sonreía de manera especial. Jamás imaginé que varios años después (no tantos en realidad) volvería a sonreír de la misma manera, más aún, no creí poder sentir de nuevo como si tuviera el don de la magia frente a mi como en aquellos años; sin embargo, fue recientemente que a partir de “pequeños mundos” exposición de Wasily Kandinsky en el Palacio de Bellas Artes, en que mi mirada logró conmoverse de nueva cuenta como si fuera un niño recién envuelto en colores manteniendo cálida mi alma.
El Museo del Palacio de Bellas Artes, hace llegar “Pequeños Mundos” muestra que presenta a través de más de 50 obras, una de las carreras artísticas más prolíficas y polifacéticas del siglo xx que pretende mostrar en una visión panorámica de su obra, el camino hacia la abstracción en el que el artista abandona la tradición pictórica de representación de la época, para dar paso a favorecer la “necesidad interior” y ser uno de los pioneros más importantes del arte abstracto, hablamos por supuesto de Wassily Kandinsky.
Para Kandinsky el arte era más que un plano visual, para él tenía que ver con el espíritu. Podemos notarlo ya que en su obra existe todo un mundo en sí mismo, y a la vez son minúsculos mundos que generan un particular universo plagado de sensaciones como miedos y alegrías que están plasmados en cada trazo perpetuado para nosotros, transmitiéndonos emociones y experiencias únicas cual concierto de música de Rachmaninov. El color es la tecla, los ojos los martillos, el espíritu el piano con sus tantas cuerdas. Así es como el artista se vuelve la mano que, al tocar una u otra tecla, pone a vibrar automáticamente el espíritu.
Kandinsky nació en Rusia en 1866, antes de dedicarse a la pintura estudió economía y derecho. Sin embargo, fue a la edad de 30 años que siguió su camino por la vía de las artes plásticas, camino que lo llevó por temporadas cortas a estar en Alemania y Francia, llegando a transformar una concepción visual con su plástica, y al mismo tiempo dejando su obra y conocimientos como legado, ya que también tuvo carrera en el mundo académico como profesor, dando cátedra en la Academia de Bellas Artes de Moscú y de la Bauhaus, en Dessau, Alemania. Uno puede llegar a maravillarse de su trabajo que bien evoca en instantes a Rachmaninov y a Wagner gracias la soltura que existe en su trazo, explosiones y representaciones que van entre líneas, formas, puntos y colores inspirados siempre el folclor popular ruso, su ya conocida simbología del color así como la geometría y la espiritualidad.
Kandinsky llegó a estudiar muy a fondo el color, lo estudió demasiado ya que para él, el color posee un poder que bastante ligado al espíritu, y de este modo consigue que se provoque una reacción distinta en cada observador, según los demonios de cada uno.
La importancia de Kandinsky “pequeños Mundos” reside también en situar al artista y a su obra a lo largo de distintas revoluciones políticas y artísticas sufridas en el viejo continente. La muestra cuenta con piezas de The State Treytacov Gallery, The Pushkin State Museum of Fine Arts, de Moscú; Centre Georges Pmpidou, de Paris; los museos Solomon R. Guggenheim y Metropolitan Museum of Art de Nueva York; The Getty Ressearcg Institte y Los Angeles Coubtry Museum of Art, de Los Angeles. Si bien es cierto que la obra de Kandinsky ha sido mostrada en México en exposiciones colectivas de carácter historiográfico, hasta ahora no se había presentado de forma individual la cual contuviera un cuerpo de obra producido durante las cuatro décadas en las que la carrera artística de Kandinsky se desenvolvió.
La selección de las obras fue curada por Fernández Félix y Xavier de la Riva Ros, contando con la colaboración académica de Natalia Avtonomova, quien es una de las mayores expertas en la vida y obra de Kandinsky en el mundo, informó la directora general del INBA, Lidia Camacho, que nos habla acerca de que la exhibición permite adentrase a las diferentes facetas estilísticas del artista, “creador que buscó liberarse de todas las ataduras de su tiempo”. El pintor se convirtió en pionero de “uno de los paradigmas más importantes de la modernidad, que es la abstracción”, no obstante haber iniciado su quehacer pictórico “tardíamente” cuando tenía treinta años “Pero cuando muere a los 74, deja un legado que no tiene parangón en la historia del arte porque, además de pintor, fue un gran filósofo de la pintura, un gran conocedor de la música y para los historiadores del arte legó libros tan importantes como La espiritualidad en el arte o El jinete azul”, hizo énfasis la funcionaria durante un recorrido para medios previo a la apertura al público de la exposición.
La colección se ha organizado en cinco apartados y se da cuenta de las distintas facetas del pintor y su imaginario, describe información del INBA: La primera sección es “Raíces rusas”, en esta parte se presentan obras predominantemente figurativas. Seguida de “La inundación del color” que nos muestra una serie de obras realizadas entre 1898 y 1914. La primera de ellas tiene un paisaje del puerto de Odesa, ubicado hoy en Ucrania, y que en ese entonces era parte de Rusia,un trabajo totalmente figurativo, donde se aprecia una barca como elemento central, pero ya marcada con la paleta de color tan singular de Kandinsky.
Se cuenta que en cierto momento el artista asistió en Moscú a una muestra de artistas impresionistas y vio Los almiares, del pintor francés Claude Monet, una serie dedicada a esa especie de bultos de trigo que los campesinos forman tras la cosecha. De este modo al ver los objetos en la serie de Monet son irreconocibles para Kandinsky sin embargo logra asociar el objeto a partir del nombre. Wassily se pregunta entonces si es realmente necesario el objeto o basta con plasmar formas que remitan a él, de este modo es como llega a difuminar cada vez más sus trazos, y de este modo podemos ver progresivamente esta transformación donde el último cuadro de sala Improvisación 7, es ya abstracto, con una explosión de, está la traza de la misma barca del puerto de Odesa, pero no se reconoce totalmente.
En la tercera sección “Sinfonías de Moscú” podemos observar otro periodo clave en la obra del pintor, su paso del expresionismo al arte pre geométrico-abstracto en la que destacan las obras Nublado y Óvalo Blanco. Seguido del cuarto bloque con el tema “Abstracción geométrica”, donde se ve ya al que quizá el Kandinsky más conocido con las obras realizadas en sus años en la Bauhaus y las geométricas. Aquí se incluye el portafolio de obra gráfica Pequeños mundos, del cual toma su el título la exposición.
El biomorfismo en espacios flotantes son algunas de las características que conforman la quinta y última sección “Microcosmos”. Desde los años veinte Kandinsky llego a interesarse por el repertorio de las formas microscópicas, de libros especializados en biología y embriología. No obstante los diagramas científicos de amibas, embriones y otras formas primitivas comenzarían a influir su estilo pictórico hasta los años treinta cuando pro presiones de gobierno alemán el artista se ve obligado al exilio en parís, una de las piezas a mencionar en esta sección es “Movimiento I” obra en la que se hace evidente la convivencia entre lo geométrico y lo biomórfico.
La exposición estará abierta de martes a domingo de las 10:00 a las 17:00 horas, hasta el próximo 27 de enero de 2019 en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Sin embargo, las emociones, el color, la memoria y la esencia que Kandinsky otorga al presenciarlo en carne viva, quedara perpetuado en los asistentes, sobre todo en aquellos que como yo, llegamos a sentir que los colores se impregnan al cuerpo, y que podemos hacerlos bailar y volar, pero también nos recuerdan a nuestro hogar, a nuestra gente y en ocasiones al suéter de estambre de muchos colores que mantienen cálida nuestra alma.
Kandinsky “Pequeños Mundos” de martes a domingo de las 10:00 a las 17:00 horas, hasta el próximo 27 de enero de 2019 en el Museo del Palacio de Bellas Artes. (avenida Juárez y Eje Central Lázaro Cárdenas, Centro Histórico).