MUNAL conmemora a Saturnino Herrán a 100 años de su fallecimiento.

 

 

“De aquella cosa efímera nacía una cosa eterna.”

Manuel Gutiérrez Nágera

A lo largo de la historia del arte mexicano han pasado varios personajes emblemáticos que han dejado huella en las mentes de los amantes del arte. Saturnino Herrán es indudablemente uno de esos personajes que se adentran en la medula de la historia de la plástica mexicana. El virtuosismo y los escenarios que se observan en las obras del artista originario de Aguascalientes son un legado sin igual, pese a su breve paso en este mundo terrenal, cada pincelada suya logro otorgarle la vida eterna, cosa que nosotros los amantes del arte agradecemos mucho.

 

Saturnino Herrán y otros modernistas” llega al Museo Nacional de Arte para conmemorar, con diversas actividades, cien años de ausencia de uno de los nueve artistas patrimoniales de México. La exposición podrá visitarse en las salas del primer piso del recinto hasta el 24 de febrero de 2019. La muestra permite recuperar un camino andado: no desde el lado de la biografía y la anécdota, pero si contextualizando a través de documentos la producción del aguascalentense, su aprendizaje y su legado al arte mexicano, donde podemos reflexionar en torno a su búsqueda estética en un ambiente convulso, a su elección de temas y a su manera de estetizar la realidad local, al punto de convertir lo cotidiano en la irrupción de una experiencia identitaria.

La exhibición, realizada por la Secretaría de Cultura, por medio del Instituto Nacional de Bellas Artes, examina la figura y legado del artista, al tiempo de revelar un panorama del arte en México a principios del siglo XX. La muestra, además de contemplar obra de Herrán, reúne piezas de 15 de sus contemporáneos, entre ellos Alberto Garduño, Alfredo Ramos Martínez, Ángel Zárraga, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Francisco Goitia y Germán Gedovius, entre otros.

Bajo la curaduría del especialista Víctor Rodríguez Rangel, esta exhibición está conformada por 86 piezas entre pinturas, dibujos, fotografías e impresos provenientes de cuatro colecciones institucionales y 12 particulares, entre las que destacan la del Museo de Aguascalientes, (Colección INBA); el Instituto Cultural de Aguascalientes; Mi Museo Universitario de La Salle. Colección Universidad de La Salle Bajío; Fundación Kaluz A.C.; Colección Pérez Simón, México; Rodrigo Rivero Lake. Arte y Antigüedades. México; Librería a través de los siglos-Mercurio López Casillas y de la Galería Windsor.

Conformada por cinco ejes temáticos, la muestra  nos lleva  por las etapas de producción artística de Saturnino Herrán, pariendo desde su creación durante el nacionalismo modernista -que antecedió a las Escuelas de Pintura al Aire Libre- hasta la denominada Escuela Mexicana de Pintura, así como el muralismo mexicano.  También podremos observar el diálogo con algunos de sus colegas, maestros e influencias internacionales y locales hace que la exhibición sea una visión renovada para entender un fenómeno plástico cuya simbología forma parte de la identidad mexicana.

En La formación académica con Fabrés y Gedovius, 1904-1910, primer apartado de la exposición, muestran a un joven Saturnino en  su llegada a México, proveniente de su natal Aguascalientes; su incursión en los estudios superiores de dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, bajo la tutela de artistas como Julio Ruelas, Germán Gedovius, Gerardo Murillo (Doctor Atl) y el director de pintura de la escuela, Antonio Fabrés; así como su consolidación artística. En los óleos de la época, se nota el interés por la clase obrera y la vejez, temas a través de los cuales el pintor demuestra su dominio de la figura humana.

A lo largo de la segunda sección de la muestra Realismo social y simbolismo: el indio desdeñado del progreso,  Herrán se muestra con una gestualidad melancólica respecto a los indígenas representados en diversas escenas de costumbre y tipos populares, lo que deja  ver una reflexión sobre la “otredad” relegada del progreso.

En tercer núcleo de la exhibición Vanguardia internacional,  se revelan las influencias internacionales que Herrán manifestó en su obra tras ser incorporados algunos movimientos europeos en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Entre estas corrientes artísticas, el realismo y el simbolismo encontraron mayor eco en su trabajo.

La influencia del modernismo español es el cuarto apartado de la muestra, en la que se devela la inspiración que Saturnino Herrán, junto con sus colegas y maestros tuvieron de la producción hispánica. Es justo en sus aperturas paisajistas que el pintor alza moles de cúpulas, conventos, sagrarios y catedrales barrocas, a la usanza de algunos artistas españoles; estas piezas también son un  ejemplo de cómo la percepción negativa de los españoles, pensados como imperio colonizador, generó un cambio de percepción dando paso a la hermandad hispánica a la que pertenecían tanto peninsulares como latinoamericanos.

Finalmente, en Cuerpo místico y las tipologías decorativas del “alma nacional”, se pueden apreciar los cuerpos de indios erotizados, casi teatrales, que utilizó Herrán para representar lo que, en su visión, era el “ser” mexicano. En sus obras se aprecia la esencia de la existencia humana que plasmó a través de individuos reales, como su esposa Rosario Arellano y la bailarina española Tórtola Valencia. Entre las piezas que conforman esta exposición destacan Adonis (1903); Labor (1908), El rebozo (ca. 1916); Proyecto de friso para Nuestros Dioses, tablero central del tríptico (1915) y La ofrenda (1913).

Saturnino Herrán (1887–1918) es reconocido por la creación de una estética propia. Se formó en la Antigua Academia de San Carlos y se valió de modelos diversos. Contó con la tutela de grandes artistas como Antonio Fabrés, Leandro Izaguirre, Germán Gedovius y Julio Ruelas; fue condiscípulo generacional de Diego Rivera, Roberto Montenegro, Alberto Garduño, Gerardo Murillo Dr. Atl y Ángel Zárraga, entre otros.

El Museo Nacional de Arte tiene la función de conservar, exhibir, estudiar y difundir obras de arte producidas en México entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XX, con lo cual ofrece una visión global y sintetizada de la historia del arte mexicano de este periodo, está localizado en el centro histórico de la Ciudad de México. Está ubicado en un edificio marcado con popel número 8 de la calle de Tacuba, en la plaza Manuel Tolsá.

 

Rocío García

Deja un comentario