Mi abuelo, al tomar el café,
Me hablaba de Juárez y de Porfirio,
Los zuavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.
Mi padre, al tomar la copa,
Me hablaba de Zapata y de Villa,
Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.
Yo me quedo callado:
¿De quién podría hablar?
Octavio Paz…
No recuerdo con precisión la primera vez que vi el trabajo de Daniel Lezama, recuerdo que era bastante más joven y que era una época en la que todo era místico para mí, por esos tiempos no salía de casa sin mis álbumes de Xavier Corcobado, Joaquín sabina, José Alfredo Jiménez y Javier Solís, me gustaba demasiado escucharlos mientras caminaba y sentir que a cada paso se formaba una atmosfera bizarra entre mi presente y la nostalgia de una época que no me tocó. Hubiera dado muchas cosas por ver un concierto de San José Alfredo, o andar por la merced y ver a un Gerardo Murillo caminar rumbo a correo mayor estando yo del otro lado de la acera, no sé, quizá en alguna vida pasada hice todo eso, ya que en mi mente siempre dibujo esas imágenes tan vividas que casi se asemejan a un recuerdo.
De la misma manera sentí el trabajo del maestro Lezama a primera vista, el hecho de presenciar ante mis ojos lo que mi mente trataba de desmenuzar sobre la marcha de mis pasos, era como ver a través de su pintura, una danza donde el pasado y el presente bailaban al compás de una metáfora que se dibuja en el rostro de México, y que está tan presente y es tan evidente que hemos comenzado a verlo como parte de lo cotidiano.
El pasado 21 de septiembre, Daniel Lezama presentó la magna exposición “Crisol” en la galería MAIA Contemporary. Muestra que contó con una nueva serie de pintura de formato monumental, así como obra gráfica, y su primera producción de escultura en bronce. Este proyecto corrió a cargo de MAIA Contemporary con la colaboración con las galerías NM Contemporáneo y T.138. En Crisol, el maestro llega a domesticar procesos y energías vitales, al tiempo que nos envuelve en un amalgama de historias a manera de una especie de universo alterno al nuestro, y que aun así nos describe, la obra puede a veces no hablarnos a nosotros de manera individual, en ocasiones me parece que dialoga con el inconsciente colectivo mexicano, o que estamos viéndonos en un espejo, e incluso que estamos dentro de un laberinto. Eso representan sus obras “una ciencia imaginaria y una tecnología fantástica” con un elenco de personajes compuesto por la iconografía de una familia de seres nacidos de la energía y llegan a asirse de su complemento que generan mutuamente.
El maestro Daniel Lezama cumple en este 2018 cincuenta años de vida, al tiempo en que también celebra sus primeros dos décadas de carrera artística. Lezama ha sido considerado un pintor pionero en la investigación y rescate críticos de las identidades profundas de México a principios del siglo XXI y Crisol es muestra de ello. Después de aquella primera vez que vi el trabajo de Lezama las cosas han cambiado un poco, en estos momentos lo más místico que hay en mí; son mis discos de La Barranca, Santa Sabina, La Castañeda y Jorge Reyes. Hoy por hoy ya no camino solo pero sigo andando en ese limbo entre la nostalgia y la realidad de vez en cuando con mi pareja que insiste en que soy alma vieja, pues todavía daría muchas cosas por ver un concierto de San José Alfredo, encontrarme caminando por Donceles y ver pasar a Xavier Villaurrutia, no sé; cosas que me imagino a veces de una forma tan real, que bien pudieran ser un recuerdo que se tiene muy vivo y siempre presente, justo así, de la misma manera que me sigo perdiendo en ese inefable laberinto que es creado por el maestro Daniel Lezama.
MAIA Contemporary:
Colima 159, Roma Norte, 06700 Cuauhtemoc, CDMX.