Cuando mi amigo Willhem, miembro del grupo Trauma (del que próximamente hablaremos) vino de Colombia a estudiar a un tiempo a la UNAM; platicamos en algunas ocasiones de la música de nuestras latitudes, recordamos pues la música de los noventas donde yo le hablaba de un joven e ingenioso Café Tacuva y el, a su vez me mencionaba a un Juanes que tocaba sin tapujos y virtuosismo en Equimosis, y en muchas de nuestras platicas salió a relucir el nombre y todo lo que tenía que ver con una de las bandas más hermosas que Colombia vio nacer, una banda que en uno de los tiempo más crudos de Latinoamérica tuvo a bien hacernos pensar en cosas positivas, pero a su vez nos regalaba esa rebeldía que el rock provee desde su mera esencia, hablamos por supuesto de Aterciopelados.
Su último álbum Claroscura: el maravilloso regreso de Aterciopelados con canciones llenas de un sonido moderno e inmensamente románticos, temas de paz, sociales y, sobre todo, femenino, lleno de lo que su vocalista Andrea Echeverri está viviendo, lo que le gusta y lo que no; con letras mordaces y cargadas con el humor característico de la banda.
Desde el inicio del álbum; se siente como despide la vibra a la que Echeverri nos tenía acostumbrados, de inmediato ese mandala sonoro atraviesa nuestro cerebro llenándolo de un gozo poderoso, conforme va a avanzando el tracklist; la sonoridad cósmica se hace presente en una festividad reflexiva tanto del espíritu como del mundo en que vivimos, sin embargo la fusión de los sonidos también nos pone de un humor tan festivo como en sus álbumes de antaño.
Es evidente que tras diez años de ausencia, la banda ha madurado muchísimo y que ha conservado ese estilo que lo caracteriza de entre el mar de bandas que han salido a lo largo de los años, también que han llegado en un tempo que la música rock latinoamericana los necesitaba para reivindicar el camino. Y sobre todo es un álbum que seguramente mi amigo Wilhelm lo debe estar escuchando desde Colombia, saludos hasta allá por cierto.